Análisis

El fútbol femenino y la equidad de género

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Escrito por: Martín Salinas Cisneros, @amrtinaslinas

 

A continuación, abordamos la problemática del fútbol femenino desde una perspectiva de género. A pesar de que el deporte femenino ha vivido una gran evolución desde la segunda mitad del siglo XX y de que en la actualidad las mujeres tengan mayores oportunidades de desarrollarse deportivamente, aún existe una desigualdad significativa en el interés, trato, salarios y oportunidades que tienen las deportistas. Repasamos el desarrollo histórico del deporte femenino, y del fútbol específicamente, para luego preguntarnos por qué se mantienen brechas significativas entre el fútbol de los hombres y el de las mujeres y si esta es una situación justa.

 

Contexto y un poco de historia

El desarrollo del deporte y de las sociedades donde éste se practica generalmente va de la mano o en paralelo. Si bien podemos hablar de un progreso en el ejercicio de derechos y de poder de las mujeres, aún sabemos que las sociedades se organizan de manera desigual, que los salarios no se distribuyen de manera equitativa, que la violencia de género es una realidad cotidiana y que el desarrollo de las mujeres en determinados contextos tiene mayores limitaciones que el de los hombres.

Por si fuera poco, en el Perú todavía existe la creencia extendida de que el género es una ideología perversa que busca dañar a los niños en su desarrollo psicosexual. En realidad, se trata de un enfoque que entiende que hay roles asignados al hombre y a la mujer que son construidos social, histórica y culturalmente. Salomón Lerner explica que ser varón o ser mujer depende del hecho biológico de tener órganos sexuales distintos, pero que la organización del poder, la determinación de roles y la asignación de espacios sociales a los varones y a las mujeres no procede de un hecho biológico: es una configuración de orden cultural, la que además puede ser injusta y propiciar formas de exclusión. Los estudios de género permiten identificar y cuestionar modos de prejuicio y discriminación que resultan incompatibles con una sociedad democrática, y actúan de manera preventiva para que esta asignación de roles no legitime situaciones de abuso o violencia contra las o los menos favorecidos.

“El fútbol femenino ha sido activamente desalentado en diversos momentos de la historia a través de prohibiciones. Por ejemplo, en el Reino Unido y Brasil hasta 1971 y 1979, respectivamente.”

En el deporte específicamente, el desarrollo de las mujeres ha sido significativamente desigual por diversas razones. Orin Starn, antropólogo de Duke University, manifiesta que a través de los años se ha atribuido a las mujeres una feminidad de “muñeca de porcelana”, ideología que, explícita o implícitamente, sostiene que las mujeres son criaturas delicadas, frágiles, y que si se esfuerzan demasiado pueden desmayarse o desvanecerse. Desde este absurdo folclore de género se desprende, evidentemente, una contradicción intrínseca con la práctica del deporte que ha tenido un impacto en el desarrollo enlentecido del deporte femenino.

Starn recuenta que si bien a inicios del siglo XX empieza a desarrollarse el deporte femenino, éste por lo general se da en deportes de “country club”, exclusivamente para clases adineradas y con reglas adaptadas sobre ideologías, aún poderosas, que sostenían y sostienen que las mujeres deben jugar o hacer deporte de manera feminizada, pues no vaya a ser que sean demasiado masculinas o, qué horror, lesbianas. A esto podemos añadirle que existe una trivialización del deporte femenino: las mujeres son muchas veces vistas como objetos sexuales para el placer de quien las mira jugar, y no tomadas en serio. A diferencia de los hombres, el cómo se ven suele ser más importante que su performance deportiva. Esto se vio reflejado en la declaración del ex presidente de la FIFA, Joseph Blatter, que sugirió que las futbolistas deberían usar pantalones más cortos y ceñidos y camisas sin mangas para crear una estética más femenina y atraer a más hombres como espectadores. También se aprecia cuando se crean deportes como el fútbol americano en lencería, o en casos como el de la tenista Anna Kournikova, que se convirtió en una superestrella internacional sin haber ganado ningún torneo importante. Si uno googlea “futbolistas mujeres”, muy probablemente se encuentre, a diferencia del caso de los hombres, con una gran cantidad de enlaces a “futbolistas bellas” o “futbolistas sexys” y no a futbolistas reconocidas por su talento, su esfuerzo o sus particulares historias de vida.

Finalmente, Starn sugiere que las mujeres parecen tener mayores oportunidades de desarrollarse y destacarse internacionalmente en deportes individuales, como el tenis, natación, gimnasia, atletismo y patinaje. Casos como los de las gimnastas Nadia Comăneci y Simone Biles, la tenista Serena Williams y la golfista Lorena Ochoa refuerzan esta teoría. En cambio, es más difícil encontrar equipos femeninos famosos en distintos deportes colectivos, incluido el fútbol. Esto se debe a que el deporte femenino colectivo, y específicamente el fútbol, han sido activamente desalentados en diversos momentos de la historia, incluso a través de prohibiciones (hasta 1979, el fútbol organizado estaba prohibido por la dictadura militar en Brasil, una de las potencias actuales de fútbol femenino; lo mismo entre 1921 y 1971 en el Reino Unido). También podría deberse a que históricamente se ha considerado más “normal” que los hombres “se pongan a trabajar” para conseguir algún objetivo en conjunto, en comparación con las mujeres. Los colectivos de hombres, por una cuestión discriminatoria de roles de género, han tenido mayor presencia y aceptación que los de mujeres.

Cada vez más mujeres juegan al fútbol. Lideran una lucha por conseguir mayores oportunidades de desarrollo. / Foto: Internet.

Desigualdad de oportunidades

Esta especie de búsqueda por practicar deporte de forma feminizada para agradar a los espectadores se da a nivel simbólico. Lo que no es simbólico, sino más bien palpable y concreto, es que económica y estructuralmente las mujeres deportistas tienen hoy menores oportunidades de desarrollarse, y más aún las deportistas profesionales. Existe una diferencia abismal en el número de ligas deportivas profesionales de hombres versus las de mujeres que es sin duda injustificable por el argumento del “nivel” que tienen las mujeres. Por ejemplo, Brasil, país de tradición futbolera centenaria y altamente competitivo a nivel femenino, no tiene una liga profesional de fútbol femenino. Cuando existen estas ligas, en fútbol y cualquier otro deporte, tienen menores salarios y menor prominencia que las de los hombres. Alguna iniciativa aislada, como el pago equitativo de premios en Wimbledon para tenistas hombres y mujeres, no tapa una estructura desigual de gran escala.

¿Por qué se mantiene semejante brecha? Creemos que existen diversos factores. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad, puesto que perpetúan el hecho de que las mujeres sean vistas como extrañas o extranjeras en el mundo deportivo. Según una investigación publicada en Communication & Sport por Cheryl Cooky, Michael A. Messner y Michela Musto, menos del 5% del contenido en los grandes canales deportivos está destinado al deporte femenino. Los medios no le prestan atención al deporte femenino, lo que genera menor visibilidad y marketing y evidencia un rezago histórico grande que ha ubicado a la mujer en una posición desfavorecida respecto del hombre. A pesar de ello, existe una creencia esparcida de que esto no es sexista. Se cree ingenuamente que el talento y el esfuerzo personal explican por sí solos los resultados del acontecer deportivo mundial, y que cuestiones como la raza, género u orientación sexual no tienen nada que ver.

«Económica y estructuralmente las mujeres deportistas tienen hoy menores oportunidades de desarrollarse que los hombres.»

Nuestras percepciones de qué tan atractivo es el deporte femenino provienen de los medios, aquellos mismos que destinan un ínfimo porcentaje de su contenido a cubrirlo y analizarlo. ¿Cómo no van a ser más atractivos los deportes de hombres si tienen una inversión más alta en producción, cobertura de mayor calidad, comentarios de mejor nivel, etc.? Asimismo, producto de la baja cobertura y publicidad, no se genera un interés ni una tradición, por lo que no se desarrollan mayores oportunidades económicas, que es una excusa para que la cobertura siga siendo baja y que el círculo vicioso de la desigualdad se mantenga.

Por otro lado, la generación de aficionados de fútbol actual es una generación que se mantiene informada y apegada al fútbol por la televisión pero también a través de los videojuegos. Los niños y jóvenes de hoy han conocido y se han identificado con los futbolistas de las ligas internacionales también por los triunfos épicos que lograron con ellos en la videoconsola. Juegos como FIFA y Pro Evolution Soccer, que fueron diseñados para reflejar la realidad del deporte, han terminado también alterándola, influenciando desde cómo se juega el fútbol de carne y hueso hasta cómo lo sienten los aficionados. En dichos juegos las mujeres también han sido prácticamente inexistentes. Recién ¡en 2016! y luego de 22 años de vida la franquicia FIFA incluyó por primera vez un reducido número de selecciones nacionales femeninas para ser elegidas por los gamers.

El fútbol que nos gusta es atractivo por las historias que en él se cuentan. Si la cobertura es baja y no sabemos nada de las futbolistas cuando vemos el fútbol femenino por la tele, que no nos sorprenda que nos parezca poco interesante. Si no se genera una narrativa paralela a las imágenes que ayude al deporte femenino a desarrollarse, la retroalimentación seguirá siendo negativa. Se trata de una problemática compleja.

Captura de ‘FIFA 2016’, donde pueden elegirse selecciones nacionales femeninas. / Foto: EA Sports.

El “nivel” como excusa y las protestas como lucha

La disparidad en la cobertura es la inequidad de género llevándose a cabo de maneras concretas, señalan algunas activistas y expertas en el asunto. En cambio, reducir este tema a las diferencias fisiológicas que permiten, en términos generales, a un hombre correr más rápido, saltar más alto y patear más fuerte es un disparate y una manera de perpetuar la desigualdad.

Veamos los siguientes ejemplos que expone Orin Starn: Por más espectacular que sea su juego y de que se trate de una atleta excelente, Serena Williams no tiene un servicio ni un drive de la misma potencia que el promedio de los tenistas hombres. Aún así, muchas veces el tenis femenino tiene mayores ratings televisivos que el masculino. De igual manera, en patinaje artístico, las mujeres no pueden realizar determinadas maniobras que los hombres sí, incluso con gran naturalidad, pero aún así ellas tienen mayor audiencia y mejores premios. Creemos que es porque se ha construido una tradición de tenis y de patinaje femenino, de grandes deportistas y personalidades dadas a conocer al mundo. La velocidad y la fuerza no pueden explicar de ninguna manera la diferencia tal que existe en el interés entre deportes femeninos y masculinos. Qué deporte elegimos sintonizar tiene que ver, mucho más de lo que creemos, con factores culturales, políticos y sociales, y con la construcción de una narrativa atractiva para los espectadores.

“Menos del 5% del contenido en los grandes canales deportivos está destinado al deporte femenino.”

En una clara medida discriminatoria, el último Mundial femenino se jugó en terrenos de gras sintético, ampliamente reconocidos como inferiores respecto al gras natural e incluso potencialmente riesgosos para la práctica de fútbol. El gras sintético predispone a quien juega en él a un mayor riesgo de lesión, e incluso se lo ha asociado, por el caucho que contiene, a un posible peligro cancerígeno. Ningún Mundial masculino, así como ninguno de los Mundiales femeninos previos, se jugó en pasto artificial. A raíz de ello, un grupo de futbolistas, incluidas la estadounidense Abby Wambach, la brasilera Marta y la alemana Nadine Angerer, presentó una demanda a la FIFA por discriminación de género en un hecho sin precedentes.

Asimismo, en 2016, cinco jugadoras de la selección estadounidense de fútbol elevaron una demanda judicial a la Equal Employment Opportunity Commision (Comisión de Igualdad de Oportunidades de Empleo), acusando a la federación de fútbol de dicho país de discriminación salarial. Ellas referían que a pesar de su éxito (son tricampeonas mundiales) los hombres son remunerados significativamente mejor solo por presentarse al campo de juego. El argumento del “nivel” también tambalea cuando se considera que las mujeres superan a los hombres, que difícilmente accederán a instancias finales de una Copa del Mundo. ¿Cómo no protestar los sueldos significativamente inferiores si el equipo femenino supera en su rubro al masculino?

Por si fuera poco, la FIFA ha desarrollado un reglamento de “verificación de sexo” para competiciones de fútbol femenino, en una política que invita fácilmente al abuso de mujeres que no se ajusten a las normas de feminidad y a someterlas a investigaciones humillantes y estigmatizantes. Según la propia FIFA, se puede considerar cualquier anomalía de las características sexuales secundarias para solicitar una investigación, que no es más que una tormenta pública, como la que sufrió la norcoreana Park Eun-Sun en 2013. Invasiva y poco científica, la medida de la FIFA ha sido calificada como humillante tanto por expertas en bioética como por las propias deportistas. Se trata de mujeres que han vivido y competido como mujeres durante toda su vida, y que sus documentos legales dicen que son mujeres; ¿por qué exigirles verificar su sexo a través de medidas absurdas como, por ejemplo, la última visita al ginecólogo, o invasivas, como la presentación de historial médico y nivel hormonal? Estas pruebas son éticamente inconsistentes y la precariedad teórica en este aspecto incita a la suspicacia pero también, claramente, al abuso, señalamiento y comentarios hirientes.

Las diferencias en las carreras deportivas de una mujer y de un hombre siguen siendo abismales, incluso en países de gran desarrollo futbolístico femenino como Estados Unidos. Haciendo lo mismo –jugar fútbol– como medio de vida, el dinero, la publicidad, la fama, el apoyo, el impacto y la asistencia a los estadios son incomparables. Reconozcamos el progreso pero también y sobre todo el largo camino que falta recorrer. Estados Unidos, Alemania, Japón, Inglaterra, Suecia, Australia y muy recientemente Colombia cuentan con ligas profesionales de fútbol femenino pero su prestigio es todavía incipiente.

Si las diferencias salariales son enormes en EEUU, donde el fútbol femenino es más exitoso que el masculino, ¿cómo estaremos en nuestro país? Al menos sus futbolistas tienen una pequeña oportunidad de desenvolverse profesionalmente. A pesar de que muchas optan por retiros prematuros en busca de mejores oportunidades de trabajo, y de que su liga profesional tiene apenas cinco años de fundada, ellas vienen liderando una lucha importante en el campo de las oportunidades laborales femeninas en el deporte. Consideremos, en todo caso, que en el escenario internacional de fútbol femenino el Perú está hacia el final de la cola.

El mes pasado se llevó a cabo en la Videna de Chincha la etapa final del Campeonato Nacional de Fútbol Femenino 2016, que coronó a Universitario de Deportes como campeón. Las cremas obtuvieron el tricampeonato luego de llevarse la copa en las ediciones de 2014 y 2015. Si bien hay esfuerzos por impulsar el crecimiento del fútbol femenino y combatir la inequidad de género en el fútbol de nuestro país de parte la Federación Peruana de Fútbol, de algunos colectivos como “Ligas Femeninas Fútbol 7” o de iniciativas loables pero aisladas como las de Juan Geldres y su escuela de fútbol femenino FC Inter San Rafael «Las Moraditas» de San Juan de Lurigancho –que conocimos de cerca esta semana–, creemos que todavía hace falta mayor andamiaje para que las futbolistas encuentren posibilidades reales de desarrollo integral.

Etapa final del Campeonato Nacional de Fútbol Femenino 2016, disputada en la Videna de Chincha. / Foto: Facebook FPF.

Transformar el deporte

El movimiento feminista no ha considerado necesariamente al deporte como una lucha prioritaria, quizás por la presunción de que las deportistas no eran conscientes o incluso opositoras al movimiento, porque el deporte ha sido considerado como un espacio “frívolo” por la academia en muchas ocasiones (en comparación con el derecho al voto o la remuneración laboral equitativa), o porque se ha pensado que este es un espacio donde los hombres ponen a prueba su masculinidad, predisponiendo a las feministas negativamente hacia el deporte en general. La brecha que existe en el deporte, que hemos explorado y discutido en este artículo, no ha recibido la repercusión, atención y cobertura que sí ha recibido, por ejemplo, la que existe en el salario de los actores de cine versus el de las actrices, o en el de los gerentes de empresas hombres versus el de las gerentes mujeres.

El deporte, sin embargo, es un espacio de gran relevancia cultural, lleno de temas “serios” como la violencia sexual, la desigualdad salarial y la falta de mujeres en posiciones de liderazgo. ¿Por qué solo los hombres futbolistas pueden vivir de lo que les gusta? ¿Por qué no pueden hacerlo las mujeres y decir sin problemas que es su trabajo? Una mirada crítica del fútbol como fenómeno social implica entender que existe una desigualdad de género marcada, así como proponer maneras de transformarla en oportunidades de desarrollo para todos y para todas.

 

Referencias

MOOC Coursera: Sports and Society, Orin Starn

Las mujeres en el fútbol: una mirada feminista, Guadalupe López García

“Verificación del sexo”, la última humillación para las futbolistas, Javier Salas

Women’s Soccer Is a Feminist Issue, Maggie Mertens

In Soccer, Pay Defies Performance, Gillian B. White

Women Make It Into ‘FIFA 2016’ For The First Time In Video Game Franchise History, Luke Villapaz

 

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