Entrevista

José Zevallos: entre la felicidad por jugar en la ‘U’ y la nostalgia de estar lejos de su familia

José Zevallos-Foto entrevista

Desde los 14 años, José Zevallos vive solo en Lima. El Lolo Fernández se convirtió en su casa cuando fue aceptado por Universitario de Deportes en 2014. Hoy, juega en reserva y es seleccionado nacional sub-18. La gran apuesta de un joven mediocampista que dejó a su familia en Ica ante la oportunidad de jugar en la ‘U’.

Por Renzo Pucce

José Fernando Zevallos Villanueva abandonaba satisfecho Nueva Cajamarca por haber dado un pase gol y haber conseguido los tres puntos con Universitario de Deportes tras vencer 3-1 a Comerciantes Unidos, por la fecha 7 del Torneo de Reservas 2017. En el aeropuerto de Chiclayo, antes de abordar el avión de regreso a Lima, recibió un mensaje de Whatsapp. Era su representante que le informaba su convocatoria a la primera visoría de futbolistas de jugadores Sub-18 a cargo de la Unidad Técnica de Menores de la Federación Peruana de Fútbol. Una noticia como esta ameritaba ser compartida, así que llamó de inmediato a su papá.

«Me felicitó. Me dijo que me lo merecía y que están muy orgullosos de mí. Que siga triunfando y que siempre me van a apoyar», parafrasea Zevallos las palabras alentadoras que llegaban desde Ica.

Zevallos y 19 convocados más se presentaron el 13 de marzo en la Villa Deportiva Nacional para la primera práctica del proceso de la selección peruana Sub-18 que disputará los Juegos Bolivarianos de Santa Marta en noviembre del presente año. El mediocampista de 18 años escuchaba atentamente la charla introductoria de Daniel Ahmed, entrenador del seleccionado, quien se comprometió a ayudarlos a mejorar y aportar en su camino al debut profesional mediante los microciclos.

En las pruebas experimentales de Ahmed, Zevallos jugó de volante mixto al comienzo y luego, de lateral derecho. Por esa banda, le tocó marcar a Andy Polo cuando fue sparring de la selección mayor que se preparaba para los partidos de las fechas 13 y 14 ante Venezuela y Uruguay respectivamente por las Eliminatorias al Mundial de Rusia 2018. En partidos de práctica o fútbol reducido, Zevallos quedó impresionado por el «juego habilidoso» de Paolo Hurtado y la «actitud y calidad» de Yoshimar Yotún.

«Una motivación única para querer estar ahí y jugar las Eliminatorias. Compartir juego con gente de gran experiencia fue muy bueno», comenta Zevallos lo que sintió al entrenar con el seleccionado mayor de Perú. Poco a poco o a pasos agigantados, como quiera verse, el fútbol le estaba pagando largamente la apuesta de sacrificios y fe que él y su familia hicieron desde un inicio para ir en busca de un sueño pese a la adversidad.

José Zevallos Selección Sub-18

José Zevallos sigue con atención las indicaciones de Ricardo Gareca durante una práctica de la selección mayor. / FPF


Todo empezó en la urbanización San Joaquín, a donde llegaron José Trinidad Zevallos Ramos (papá) y Angélica Villanueva (mamá) hace 19 años producto de una invasión. Instalados en Camino Real de la Av. La Victoria (a 10 minutos del centro de la ciudad de Ica), construyeron su vida de pareja y los primeros recuerdos de Zevallos. A unas cuadras de su casa, se encuentra el Estadio José Picasso Peratta. Un tímido recinto con una capacidad para 8000 personas que albergó los partidos del Estudiantes de Medicina, cuando era inquilino de la Primera División del fútbol peruano (2004).

Con cuatro velitas cumplidas, Zevallos hizo sus pininos en la Academia San Miguel. Allí, su ciclo acabaría a los 8 años de edad, luego de que enfrentara a la Academia Dall’orso en un torneo formativo. Dall’orso obtuvo el título regional de Ica en la categoría Sub-8 y se interesó en Zevallos para incorporarlo a sus filas como refuerzo de cara a la etapa nacional. Había que viajar a otra provincia para ello. Su papá aceptó y así tuvo lugar su primer «fichaje».

Bajo el mismo modelo de reclutamiento, Zevallos pasó a formar parte del cuadro Señor de los Milagros (Ica). Reforzó al equipo para el Campeonato Nacional de Menores en Pucallpa, donde enfrentó a la selección regional de dicha ciudad. Al término del partido, él y cuatro jugadores más del equipo iqueño pasaron a reforzar al representativo pucallpino.

José Zevallos Grey Flores Ica 2009

Desde pequeño, Zevallos desplegaba su talento en distintos campeonatos. Aquí, luce en la foto de equipo de Grey Flores de Ica (Cat. 1999) en un torneo nacional de menores disputado en Chancay. / Archivo

Zevallos y compañía se unieron a la selección regional de Pucallpa en Lima. El duelo que les esperaba tenía como rival a la Universidad San Martín de Porres. Jugó desde el arranque, aunque reemplazó su rol de delantero por las responsabilidades como lateral derecho. El encuentro terminó igualado. Empate sin goles que le dio la bienvenida a la tanda de penales. Antes de su turno, un compañero suyo había fallado. El margen de error se reducía. Esta vez, el último de 8 hermanos no estuvo fino y el poste liquidó la serie.

Pese al desacierto desde los doce pasos, las actuaciones de Zevallos y de los otro cuatro chicos iqueños despertaron el interés de Universitario de Deportes. Ese mismo día, en lugar de retornar a Ica, se dirigieron con sus maletas al Estadio Lolo Fernández (Av. Jorge Chávez, Breña) para hablar con el profesor Oswaldo Arce -ex integrante de la Unidad Técnica de Menores de la ‘U’-. Los invitaron a quedarse en Lima para pasar una prueba. El club crema les daría vivienda hasta que terminara la evaluación. Hecha la propuesta, Zevallos obtuvo la aprobación de su padre. Así que cambiaron los planes iniciales y la semana pasajera en la capital se convirtió en una aventura de 30 días sin mucho presupuesto en el bolsillo. Llamaron a la familia para avisar que estarían lejos por todo un mes, en el cual Don José dejaría su oficio de carpintero para estar cerca de su hijo.

«Estuvimos viviendo en un colegio público de Surco, donde el profesor Arce era director. Dormíamos todos en un solo salón, cada uno con una colchoneta. Si quería quedarme, tenía que pasar por eso», cuenta.

José Zevallos estaba mentalizado en aprovechar y disfrutar la oportunidad de entrenar en Universitario, aunque percibía la preocupación de su papá por solventar los gastos diarios que demandaba la estadía en la capital. Pasajes, almuerzos, cenas y bebidas rehidratantes eran las salidas de dinero permanentes para su padre. Además, tenía que mandar a la familia en Ica . «Fueron días difíciles. Mis padres no tenían mucho dinero. Veía a mi papá preocupado. Comíamos dos panes y tomábamos un Frugos (en el desayuno)».

José Zevallos entrenamiento Universitario

Antes de incorporarse a Universitario, Zevallos estuvo a punto de pertenecer a Esther Grande de Bentín. La experiencia de una madre de familia, que tuvo problemas para obtener la carta pase de su hijo, condujo a la señora Angélica a rechazar la oferta del club y regresar a Ica con Zevallos. / Prensa Universitario de Deportes

El señor Zevallos se las ingeniaba para atender las necesidades de su hijo. Había un sueño compartido que alcanzar. La satisfacción de ver a su heredero esforzarse y luchar por sus objetivos pagaba inmensamente el sacrificio que hacía por él. Por ello, le transmitía mucha fortaleza y lo impulsaba día tras día a dar lo mejor de sí. Más adelante, José Zevallos descubriría la operación que hizo su padre para costear la estadía en Lima.

El periodo de prueba había culminado. Casi un mes entrenando y disputando partidos de práctica para ganarse un lugar en la categoría 1999 de Universitario que dirigía Carlos Saravia en ese entonces. Llegaba la hora de conocer el desenlace de esta travesía emprendida por un adolescente del interior del país. Al final del entrenamiento en VIDU (Villa Deportiva de Universitario de Deportes), Zevallos y sus amigos recibieron la noticia por parte de Oswaldo Arce. Debían abandonar el salón del colegio surquillano que cobijó sus esperanzas por un mes. El Lolo Fernández tendría nuevos inquilinos. Cuatro chicos de Ica se sumaban a las categorías juveniles de la ‘U’.

De regreso en el Maleño, la felicidad desbordaba en el grupo. Bajaron en Atocongo para subirse a un micro que los dejara en el colegio. Ese era el recorrido de siempre y quizás haya sido el más especial de los que completaron en todo el mes. Cuando llegaron, Zevallos se preparaba para celebrar con su papá. Ya frente a él, le añadió una pisca de suspenso a su discurso.

«No le conté de arranque. Le dije que había malas noticias. Y después le dije: ¡No, mentira pa’ me quedo! Me abrazó. Me alzó. Me dio un beso en la frente. Todo era felicidad», describe.

Lo habían logrado. Los dos. Padre e hijo. Un solo equipo.

Un cambio de 360º aterrizaba en la vida de Zevallos. Nueva ciudad. Nuevo colegio. Nuevos amigos. Nueva convivencia. Se desprendía del lugar donde nació, sus raíces y de su familia. Un ejemplar más del desarraigo producido por el fútbol.

«Mi papá decidió que me quede solo acá (Lima) y me dijo que él vendría los sábados. No estaba preparado para vivir solo con 14 años. Despertar y no ver a tus papás ni a tus hermanos… Fue durísimo» , reconoce.

Una vez más Zevallos entonaba el «si quiero ser grande, tengo que pasar por eso». Así que siguió remando, a pesar de que todo era difícil. Diferente. Del Lolo al colegio Trilce de la Av. Arequipa. Del Trilce al Lolo para almorzar y con las mismas a VIDU para entrenar. Cansado llegaba al Lolo cerca de las 8:30 p.m. La cena y a dormir. Faltaba combustible para hacer las tareas. Las completaba al día siguiente con ayuda de sus compañeros. Por eso, dice que no le fue bien en el colegio. Más allá de que Omar Jorge (ex jefe de la UTM) le preguntaba cómo iba en los estudios, los chicos no recibían apoyo académico.

El papá de Zevallos cumplió con su palabra. Vino a Lima acompañado de la señora Angélica para presenciar el primer partido oficial de su hijo en Universitario de Deportes. La categoría 99 enfrentaba a la Universidad San Martín de Porres en Santa Anita. A falta de 20 minutos para el final, el profesor Saravia llamó a Zevallos. En la línea de banda, la motivación de ver a sus padres en la tribuna y el nerviosismo del debut habitaban en él. Finalmente, se produjo el cambio. Entró, se persinó y se metió en el cotejo rápidamente. Ingresó como delantero con la ilusión de anotar en su estreno, pero terminaría defendiendo. La expulsión del lateral derecho (de apellido Zevallos) obligó al entrenador a colocarlo en esa posición. Acabado el encuentro, se reunió con sus padres para festejar juntos uno de sus primeros logros en el fútbol. Felicitaciones, abrazos y fotos manifestaron la satisfacción de cada uno de ellos. En la siguiente fecha, Zevallos arrancó como lateral derecho. Pero su polifuncionalidad lo convenció a Saravia de posicionarlo como mediocampista central hasta el desenlace de la temporada.

José Zevallos Copa Federación 2014

Esta foto pertenece a la temporada 2014. Zevallos cuenta que los mejores jugadores de cada categoría juvenil entrenaban con el comando técnico del primer equipo. En ese entonces, Guillermo Del Solar dirigía a Universitario de Deportes. / Archivo

El comienzo del 2015 reafirmaba la regularidad que sostuvo en su primer año en Universitario. Omar Jorge llamó a su papá para avisarle que su hijo iniciaría la pretemporada el 3 de enero con el equipo de reserva. Por lo tanto, tenía que estar en Lima para esa fecha. Pero había un pequeño inconveniente. Su mamá celebraba el 4 de enero un año más de vida. A Zevallos, apenado, no le quedó más remedio que viajar a la capital y ausentarse por primera vez en la fecha del cumpleaños de la señora Angélica.

Zevallos completó toda la pretemporada en el equipo de reserva junto a Ronaldo Dongo y Kleiber Palomino. Pero el salto definitivo aún tomaría tiempo. La buena noticia fue que jugaría en la categoría 1998, dirigida por Giuliano Portilla. Sin embargo, el notable progreso de Zevallos se vería paralizado producto de una lesión más que inoportuna.

«Justo el profesor Omar Jorge me dijo que me iba a subir a reserva y me terminé fracturando el tabique. Fue en un clásico. Casi a mitad de año. Jugaba en el mediocampo, de ‘8’ (en un sistema 4-3-3). Comenzó el partido. Fui a marcar a Erinson Ramírez  y me metió un codazo. El árbitro ni se dio cuenta. Estaba sangrando. Me tuvieron que operar (su tabique estaba torcido)», recuerda.

Su papá estuvo presente en el Estadio Plaza Cívica de Pro (Los Olivos) cuando sucedió aquella lesión. Se subió a la ambulancia que trasladó a Zevallos a la clínica. Ambos tuvieron cuidado para informarle a la señora Angélica sobre este incidente. No querían generarle inquietud. Había que tener tranquilidad para transmitirle paciencia a su hijo por los tres meses de recuperación que debía afrontar. La ‘U’ asumió los gastos de la operación y las medicinas, pero no le alcanzó para costear la mascarilla de protección. Zevallos hizo caso omiso al doctor y empezó a entrenar al segundo mes de haber sido operado. Sin embargo, quedaba poco para el final de temporada. Así que disputó la fecha final de la Copa Federación 2015 con la categoría 1999.

En el 2016, Zevallos recuperaría su nivel y el lugar que había perdido. Aunque inició la campaña con su categoría, luego sería permanentemente promovido al equipo Sub-18 (1998). El entrenador César Adriazola lo ubicaba en su triángulo de mediocampistas. Desde esa zona, Zevallos aportó su granito de arena para mantener a Universitario en la pelea por el título de la Copa Federación. Pero, ese objetivo se les escapó a metros de la meta. En la vigésima y última fecha de la Copa de Oro A, el conjunto crema perdió la posibilidad de consagrarse campeón al caer 1-0 ante Esther Grande de Bentín en VIDU. El gol de Fredy Oncoy le dio vida a E.G.B., que igualaba en puntaje a su rival. Ambos equipos debían definir el campeonato en un partido extra.

La final tuvo lugar en la VIDENA de San Luis. Zevallos inició las acciones con el número 5 en la espalda. Bentín se adelantó en el marcador gracias a Ronaldo Alguedas, actual jugador de Alianza Lima. Pero Univeristario logró igualar el marcador con el tanto de Oscar Pacheco. Después del descanso, el cuadro crema perdonó y lo pagó caro. Anthony Cañari, Piero Vivanco y Michel Rasmussen fueron los verdugos de una ambición individual y colectiva. El descuento insuficiente de Sebastían Araujo compuso un triste 4-2 para Zevallos. EGB gestaba la hazaña, mientras que la ‘U’ tenía que conformarse con el subcampeonato.

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El título de la Copa FPF 2016 se le escapaba. La frustración lo venció y se ganó la expulsión. Zevallos dejaba a la ‘U’ con un hombre menos en la final. / La Nueve-Erikson Montenegro

La temporada de Zevallos ameritó que sea nominado a Mejor Jugador de la Copa Federación (Categoría 1999) en la Noche de Estrellas 2017, organizada por la Federación Peruana de Fútbol y la Fundación Creer. Aunque no ganó dicho reconocimiento, el haber sido considerado dentro los más destacados representó un indicador de que estaba haciendo las cosas bien. De hecho, ya venía entrenando con el plantel de Reserva a inicios de este año. En una entrevista con La Nueve, declaró que su objetivo era pegar el salto al equipo de Javier Chirinos para mostrarse y subir a Primera División. «Siento que tengo las condiciones», dijo en aquella oportunidad. La confianza en sí mismo le terminó dando la razón. Su presencia en casi todos los partidos de la primera parte (Torneo de Verano) del Torneo de Promoción y Reserva sustentó su promoción.

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«(Jugar en el Estadio Monumental) Es una sensación enorme. Es un objetivo cumplido. Cuando miraba por la televisión, decía que iba a jugar ahí. Y lo logré», señala Zevallos. / Prensa Universitario de Deportes

El ‘Lolo’ 

«En Lolo es espectacular vivir con mis compañeros». Es la primera respuesta de Zevallos. Tres años han pasado y el Lolo sigue siendo su casa. Kleiber Palomino (Trujillo) y Luis Valverde (Ica) son los únicos sobrevivientes del grupo de jugadores que llegaron a Universitario en el mismo año que él. Los tres comparten una de las seis habitaciones disponibles en el Lolo. Zevallos detalla que se amplió la capacidad para recibir a los chicos del interior del país. Muchos de ellos, seleccionados de los Centros de Desarrollo para competir en el Torneo Centenario Sub-15 y Sub-17.

Cuando la «Tía» Tatiana era la administradora, les recordaba a cada uno sus responsabilidades. Si no las cumplían, tenían que asumir las consecuencias. «El año pasado nos cortaron el cable y el wifi porque encontraron la vivienda sucia». También está la «Tía» Jessica, a quien la hacen renegar a veces. Ella es la cocinera. Tiene buena sazón, aunque no da repetición. De todo su repertorio gastronómico, Zevallos revela su plato preferido: «A mí me gusta más su arroz con pollo con papa a la huancaína».

En los ratos libres, Zevallos y compañía juegan cartas, «mategente», a las escondidas o una pichanga en la cancha del Lolo. Así tratan de terminar con el aburrimiento. En su cuarto, además de dos camarotes, hay un televisor. Pero no hay cable. Conversan sobre fútbol, el día a día y las chicas. Conviven. Y se asustan.

«Penan bastante. La primera vez que vine me asusté. Tú entras y hay una foto de Lolo pegada al fondo en un pasadizo. Es como si hubiese una persona parada. Había chicos del equipo de reserva que nos contaban que les apagaban la luz o que cuando te bañabas, te apagaban el celular. Me ha pasado. En la lavandería también. Es donde siento que me penan más. Se sienten las malas vibras. Te duele la cabeza. Se cierra la puerta. Se caen cosas. Ya estoy acostumbrado», explica.

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Esta es la sala de la vivienda. El escudo de Universitario estampado en la pared y al lado la imagen del Señor de los Milagros. En el Lolo, Zevallos disfruta la convivencia con sus compañeros. Prácticamente, son una familia en la que la señora Doris Alva (encargada de la casa hogar) ha calado muy bien. «Es muy buena con nosotros. Siempre se preocupa por lo que nos falta. Lo que nos promete lo cumple. Nos aconseja mucho y también le gusta el fútbol. Es súper hincha de la ‘U'», resalta el mediocampista.

San Joaquín y el terremoto del 2007

A la espalda de su casa de Camino de Real, un terreno inmenso se transformó en el estadio oficial de los vecinos de la zona durante su niñez. Dos ladrillos en cada extremo servían de arco. Allí jugaba Zevallos con gente mayor que él. A veces no lo dejaban jugar porque era muy chico, algo que le molestaba. Pero cuando peloteaba, regresaba a su casa feliz bañado en tierra. Además de pasar tiempo con el balón, se iba a correr a la laguna de la Huacachina, subía cerros, estaba con la familia o salía con sus amigos.

Zevallos estudió en la Institución Educativa Nº 23009, ubicado en la urbanización San Luis (distrito de Ica) y reconocido por los campeones nacionales de matématica que egresan de sus aulas. «Ganaba puros concursos de matemática. Pero yo luchaba para aprobar los cursos», admite. También recuerda con alegría cuando su papá lo llevaba y recogía en su bicicleta. El vehículo de dos ruedas fue su movilidad durante toda la primaria.

Al lado de la iglesia del Señor de Luren, Zevallos entrenaba en la academia Dall’orso después de sus clases. Un día no asistió a los entrenamientos porque su mamá lo costigó. Zevallos había sacado una mala nota en dictado. Así que tuvo que quedarse en la casa para practicar. Fue el 15 de agosto del 2007. Horas más tarde, a las 6:40 p.m., ocurrió un devastador terremoto de 7.9º en Pisco. El desastre natural dejó un saldo de 597 personas fallecidas, 1289 heridos, 431 313 damnificados y más de 90 mil inmuebles destruidos o afectados.

«Se cayó mi casa. Se cayó la iglesia. Había réplicas a cada rato. Todo era tenso. La gente lloraba, rezaba». Esa misma noche la familia Zevallos tuvo que sacar sus muebles para dormir afuera. Más adelante, las hermanas de Zevallos por parte de papá, que viven en Chile, les llevarían ayuda. Al mes, el barrio se juntó para sacar los escombros vivienda por vivienda. El señor Zevallos aprovechó el bono de 6 mil soles que donó el Estado para levantar su casa de adobe. Aunque solo le alcanzó para reconstruir su sala con ladrillo.

Según Zevallos, les tomó dos meses para recuperar el ritmo de vida que tenían antes. Calmadas las aguas, volvió a su dañado colegio San Miguel para retomar el año escolar. Su aula se mantuvo en pie. Reedificaron la casa en la medida de sus posibilidades, pero no se pudo recuperar el cuarto de Zevallos. Por ello, cuando visita a su familia, duerme con su papá.

«Mi papá ya es un adulto mayor. Todavía sigue trabajando. Eso es lo que me molesta». Y es que el señor Zevallos Trinidad aún tiene instalado su taller de carpintería en la parte posterior de su casa. Él es quien ha compartido más de cerca la pasión por el fútbol con Zevallos y quien ha vivido más de cerca el recorrido de su hijo en este deporte. En más de una oportunidad, se echó a llorar derrotado por la felicidad o la nostalgia. Como cuando festejó en Lima junto a Zevallos el título de la Copa Federación 2014. O las veces que la presencia o ausencia de Zevallos en casa lo quebró emocionalmente. Su papá hizo todo lo que estaba su alcance para que Zevallos se quedara en Universitario. Desde quedarse en la capital hasta vender su parte de la chacra herededada por su mamá para solventar los gastos.

Esos múltiples esfuerzos son los que motivan a José Zevallos y le evitan dar demasiadas licencias. Detrás de él hay más de uno que se esfuerza tanto o más que él para ganarse una oportunidad. Lamentablemente, las lesiones llegan a veces en el mejor momento. Como ahora, que estará cerca de un mes recuperándose de una fractura del quinto metatarsiano. Acostumbrado a los riesgos del fútbol, se reanima para volver a los campos «con más fuerza». Si pretende que el 2017 sea el año del debut en Primera División, tiene que demostrar sus méritos en el terreno de juego. Además, hay otra aspiración personal que cumplir y por la que está obligado a sostenerse en un nivel superlativo.

«Espero disputar los Juegos Bolivarianos. Voy a hacer todo por meterme en la lista. Quiero dejar el nombre del Perú en alto y mostrar el talento que hay en el país», afirma.

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Zevallos tuvo participación en el partido amistoso que disputó la selección peruana Sub-18 ante Carlos Manucci. / Prensa FPF

Su aporte en más de una posición ha sido valorada por más de un entrenador. Aunque jugar de ‘5’ lo seduce porque quiere tener el primer pase de salida y organizar la jugada. Él lo define como un «ancla que mueve todo». Tienen cosas en común, pues tanto el ancla como Zevallos se sujetan a algo firmemente. En su caso, se aferró a cada oportunidad que se le cruzó enfrente. Por tal convencimiento y determinación, afloró su potencial con el balón. Y hoy más que nunca, valora el costo-beneficio de una decisión tomada en el pasado que cambió su futuro.

«Mi ascenso en el fútbol lo veo muy bueno. Se trata de esfuerzo, de hacer las cosas bien y tener todo claro. Estoy muy contento por todo lo que estoy logrando y seguiré hasta conseguir todas mis metas», asegura.

Zevallos y compañía vencieron 1-0 a Alianza Lima en el Estadio Alejandro Villanueva 'Matute', por la segunda fecha del Torneo de Promoción y Reserva. Hace algunos años, Zevallos había sido rechazado en una prueba del club blanquiazul. / Prensa Universitario de Deportes

Zevallos y compañía vencieron 1-0 a Alianza Lima en el Estadio Alejandro Villanueva ‘Matute’, por la segunda fecha del Torneo de Promoción y Reserva. Hace algunos años, Zevallos había sido rechazado en una prueba del club blanquiazul. / Prensa Universitario de Deportes

Esta es la historia de un joven de 18 años de Ica que se desligó del vientre familiar para perseguir su sueño. Un sueño que gira en torno a una pelota que le ha regalado eternos momentos de alegría, así como también indeseables pasajes de tristeza. Esta pasión es su disfrute y su proyecto de vida. Por ello, José Zevallos ve el fútbol como un medio para salir adelante. Porque, además, quiere recompensar a sus padres en agradecimiento por cada una de las cosas que le han dado. A pesar de la complicada situación económica, ellos han logrado empujar la carreta para que su hijo siga avanzando. Los días que durmieron en un colegio serán la gran anécdota de su vida.

«Le doy un valor enorme. Nunca me voy a olvidar de eso. Fue un obstáculo que pude superar con mi familia. Desde ahí, aprendí muchas cosas que las valoro mucho. Gracias a ellos, estoy donde estoy y triunfaré para darles una felicidad enorme», renueva su compromiso.

La historia de José Zevallos continúa.

 

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