A continuación, hacemos algunos comentarios de los partidos disputados el sábado 10 de setiembre entre las categorías 2002 y 2003 de Universitario y Sporting Cristal por la Copa de Oro A en VIDU, así como de sus alrededores.
El juego y los jugadores
En la categoría 2002, Cristal tuvo varias ocasiones claras de gol que no pudo aprovechar, mientras que la U también logró generar cierto peligro. Generalmente lo hizo a través de José Huayhua, que tuvo un gran rendimiento. Toma buenas decisiones, tiene excelente técnica para controlar y pasar el balón y resto físico para todo el partido. De un pase suyo fue que, precisamente, surgió el 1-0 que definiría el partido para los merengues. Brayan Horna, ‘9’ de Universitario, sería asistido por Huayhua y, tras una carambola con un defensor celeste, el balón se le colgaría al arquero.
En la 2003, Cristal salió con todo desde el principio del juego y tuvo muchas oportunidades para abrir el marcador, pero no pudo lograrlo. La más clara del partido, de todos modos, fue para la U, que tuvo un penal –tras falta a Roberto Pérez, talentoso ’10’ crema– que no pudo convertir. Santiago Maguiño tapó el penal a Da Costa y la tarde se cerraría con el marcador en cero. La 2003 de Cristal se mantiene invicta en el torneo, aunque no pudo alargar la racha de victorias consecutivas. De todos modos, es un equipo a tener en cuenta, pues tiene buenos jugadores en ataque y en defensa y suma funcionamiento colectivo.
En ambos partidos, la entrega que percibimos de parte de los muchachos, una vez más, nos deja en evidencia que las carencias del fútbol de menores (y del fútbol en general) no son exclusivamente el compromiso, la entrega, la intensidad, los “huevos” o como quiera que le llamemos. Más bien y por el contrario, sorprende el ímpetu con el que se juega y creemos que es importante reconocerlo y valorarlo, siempre tomado en cuenta que debe mantenerse dentro de un equilibrio, pues la intensidad debe ser regulada para poder jugar al fútbol. Este es uno de los aprendizajes más complejos en la formación futbolística, pues aprender a manejar las frustraciones dentro del juego es sin duda progresivo y compuesto.
Los padres
Que sea recurrente no hace que deje de ser lamentable. Que sea normal en términos estadísticos –siempre o casi siempre se debe parar uno de los partidos de la jornada por algún inconveniente con los padres– no hará que dejemos de referirnos a ello. Muchos de los problemas del fútbol empiezan por aquí: padres-árbitros y padres-entrenadores que faltan el respeto a propios y extraños, confunden a los chicos con indicaciones técnico-tácticas y que llegan incluso a pelearse con los padres del equipo rival.
Les piden a los chicos que jueguen de una determinada manera, que muchas veces no es la que el entrenador y el equipo ha adoptado como propia. Les dicen qué hacer y los aturden, y peor aún lo hacen sin saber la idea de juego del equipo. Protestan cuando los niños dan un pase para atrás, como si fuera algo intrínsecamente malo. Escudados por estar inmersos en un grupo –como hemos señalado en un post anterior– los espectadores protestan todos los fallos arbitrales, insultan, se quejan cuando cometen un error los compañeros de sus hijos, desaprueban que los niños devuelvan el balón en un gesto de juego limpio, provocan a los jugadores rivales y, curiosamente desde ambos equipos, se auto-convencen de que el árbitro está perjudicándolos intencionalmente.
Los niños que los acompañan, muchos de ellos hermanos menores de quienes están jugando, aprenden por observación e imitan los insultos y los gestos. El resto de padres celebra, ríe y aplaude a los más “achorados”. Es triste pero al final del día parece que esta es la actitud que cala más hondo y mayor impacto tiene. Todo esto sucedió el sábado 10 de setiembre. A estas intervenciones, muchas de ellas violentas, se le añade un problema adicional: el poco cuidado por el estado del campo y las instalaciones del club se evidencia en la cantidad de desperdicios de comida, empaques y botellas que se dejan tirados.
Pertinente y valiente
Desde este espacio, queremos saludar y felicitar la intervención de un miembro del Comando Técnico de Sporting Cristal que se dio la vuelta al campo en más de una oportunidad, aún siendo visitantes en VIDU, para hacer un llamado a la reflexión a los padres de familia de los jugadores de Cristal. Demostrando un verdadero compromiso con la formación integral de sus deportistas, nos pareció pertinente e incluso valiente que se acercara al grupo de madres y padres de su propia institución para pedirles que no se refirieran al árbitro, que tuvieran cuidado con promover la violencia con insultos y que se acordaran que era importante también que los chicos se diviertan.
Muchos de los padres, al verse cuestionados y confrontados con el impacto negativo de su comportamiento, no tuvieron como argumentarle lo contrario y algunos incluso se sintieron un poco avergonzados. Consideramos que este tipo de intervenciones, sobre todo si se dan con el soporte de la política de un club en particular, suman para la transformación del fútbol de menores en el Perú.
Roles invertidos
También debemos valorar el control de impulsos de los propios futbolistas. La gran mayoría se mantuvo al margen del espectáculo aparte que montaba el público, y los partidos se dieron dentro de los límites del reconocimiento y el respeto por el otro. Al inicio y al final de los encuentros, los chicos se saludaron y reconocieron el esfuerzo de sus rivales.
Solo uno reaccionó al griterío del público, y lo hizo apenas con una sonrisa burlona y el pulgar arriba, sarcástico, por lo que incluso lo llamaron “malcriado”. ¿Malcriado? Habría que preguntarnos, en todo caso, qué rol le estamos exigiendo a alguien menor de 14 años que tuvo que aguantar que lo insultaran durante gran parte del partido y, cuando menos, fue inteligente y medida su reacción. ¿Cuál es, en todo caso, la evaluación que debemos hacer del rol que están cumpliendo los padres? ¿Quiénes son en realidad los malcriados?
Es preocupante y vislumbra una gran problemática del fútbol en nuestro país que los chicos muchas veces monten un espectáculo más digno que los propios padres de familia. Debemos reconocer este escenario para generar un cambio, y creemos que muchas personas e instituciones efectivamente lo están haciendo, conjugando esfuerzos y reflexiones para transformar el fútbol. En las jornadas de Copa Federación, dichos aportes pueden pasar menos advertidos que otros menos valiosos e incluso perniciosos, por lo que merecen ser reconocidos en medio de lo “normal”, y aplaudidos permanentemente.