Escrito por: Martín Salinas Cisneros, @amrtinaslinas
¿Juego de infancia? ¿Pasatiempo para llenar el entrenamiento? ¿Método novedoso? Todos hemos jugado alguna vez un ‘camotito’. Hoy, los mejores entrenadores y las grandes corrientes de la enseñanza del fútbol tienen al ‘rondo’ o ‘camote’, como se le conoce en nuestro país, como uno de sus principales métodos de trabajo. El mítico Barcelona de Pep Guardiola revalorizó y mostró al mundo este juego popular, adaptándolo a la sesión de entrenamiento con objetivos claros que potenciaron el llamado juego de posición del club catalán.
Jugar para aprender
En el último tiempo, el rondo se ha convertido en uno de los juegos preferidos de los entrenadores de fútbol. Esto tiene que ver con una intención de que el futbolista “juegue para aprender” y no “aprenda para jugar”. Es decir, que su capacidad sea desarrollada a partir de situaciones ‘reales’ de juego y no de forma separada o analítica.
El rondo, bobinho o loco, así como muchas otras prácticas de la cultura lúdica del fútbol (del fútbol de la calle principalmente), son claves porque en ellas los futbolistas juegan con espontaneidad, se divierten y encuentran constantemente desafíos para sus habilidades. Este ambiente de juego causa desequilibrio en el futbolista, lo que provoca aprendizaje y el desarrollo de la inteligencia del jugador. Creemos que no es casualidad que la calle sea un escenario común en los inicios de muchos futbolistas de élite.
El cambio y su exponente catalán
En Senda de campeones, el libro de Martí Perarnau sobre La Masía, se cuenta un poco la historia del cambio en la manera de entender la formación y el entrenamiento de fútbol, a partir de la experiencia de Laureano Ruiz, entrenador español precursor en darle protagonismo al balón. En los setenta, los entrenadores de todo el mundo pensaban que era imprescindible empezar con una gran preparación física para desarrollar jóvenes fuertes que a los 17 años pudieran convertirse en futbolistas de verdad. Ruiz discutía con ellos y les decía que no, que era al revés: primero había que hacerlos futbolistas y dejar que después crecieran. Antisistema o revolucionario para la época, el entrenador señalaba: “La carrera continua es el antifútbol. Un futbolista nunca corre en carrera continua durante un partido, sino al contrario: un sprint corto por aquí, un frenazo, un cambio de dirección, un sprint largo, una pausa… El futbolista hace justo lo contrario de la carrera continua que los entrenadores consideraban imprescindible”. Hoy, ese discurso parece que ha calado mucho más entre los entrenadores y al menos la idea, en general, goza de aceptación generalizada. El reto está en construir una metodología que la ponga en práctica.
Albert Benaiges, ex director del fútbol base del Barcelona, explica en el libro de Perarnau la estructura modular del entrenamiento en la Masía: “La primera parte de cada entrenamiento es la técnica. Desde el Alevín B hacia abajo, interrelacionamos la técnica de los niños con la educación física de base: actividades motrices siempre con balón. La segunda parte es propiamente de fútbol, que es la parte más importante, en la que se juega y se aprende todo el sistema de juego a través de rondos, juegos de posición y de conservación y evoluciones. Estos son los parámetros esenciales, a los que debemos añadir los pequeños detalles. (…) Ponerse de lado, dejar pasar el balón, mirar permanentemente, jugar sobre las líneas para tocar de cara, hacer cambios de orientación… De muy pequeños les enseñamos todos estos detalles y los conceptos: el “tercer hombre”, el “hombre libre”, el “toco y me quedo” o el “toco y me voy”. Más tarde cuesta mucho aprenderlo y es necesario que construyamos esos hábitos desde que son muy niños”. Como en el aprendizaje de un idioma, señalaba el pionero Laureano Ruiz.
El rondo
Vicente Muglia, periodista deportivo argentino y autor de Che Pep, nos recuerda que en muchas partes del mundo, el famoso rondo que suelen hacer los futbolistas en los entrenamientos no solía tener un componente táctico, sino que era meramente algo lúdico. A veces, hasta es utilizado para entrar en calor. Pero con los años ha ido cambiando esta mentalidad y hoy varios entrenadores lo utilizan como parte clave del entrenamiento.
Muglia explica que el rondo se puede utilizar para entrenar el formar triángulos entre los jugadores, los que anulan la presión del rival. En el rondo se generan opciones de pase, se busca construir superioridad numérica y encontrar al “tercer hombre”. El ‘camotito’, que denominado ‘rondo’ y expuesto al mundo por Guardiola ha ganado mucho status, consiste en que varios jugadores se coloquen en ronda formando un círculo y dentro de ese círculo queden encerrados dos o tres compañeros que deben recuperar el balón. El objetivo es que los jugadores externos se pasen la pelota, a uno o dos toques, buscando precisión y velocidad, y evitar el quite de los que están adentro. La intención de ese ejercicio es trabajar la precisión en espacios reducidos, ejercitar cómo contrarrestar la presión rival y encontrar a ese “hombre libre” que no es marcado por los que se encuentran dentro del círculo. Como en un partido pero llevado a pocos metros cuadrados. En la actualidad, los rondos son claves y en clubes y selecciones de renombre se practican con distintas variantes, como por ejemplo más jugadores marcando o en menor o mayor espacio.
Pases con sentido
La simulación de una situación de partido en el entrenamiento, con objetivos de aprendizaje especificados, lleva a los equipos a plasmar luego en la competencia lo trabajado:
Nuevo vídeo: RONDOS
➣ Atraer rivales
➣ Juntar para girar➝Viajar juntos
➣ Dominar conceptos como Pared y Tercer Hombre@VictorParedes78 pic.twitter.com/yi02sKUXFk— Pablo Álvarez (@3pabloalvarez) October 18, 2016
Por el contrario, el método ‘tecnicista’, que expusimos en un post anterior, no toma en cuenta el sentido de los pases, por ejemplo, sino que más bien separa el aprendizaje de la técnica –pase, control, remate, etc. – del aprendizaje del juego en sí. En cambio, una pedagogía innovadora propone, como mencionamos, que el aprendiz sea agente activo en la resolución de los problemas del juego. De ahí en adelante, el desafío está en adaptarlo –el rondo así como otros juegos– de manera creativa para que, además de cumplir su objetivo lúdico, sea también un juego que haga crecer al futbolista de múltiples maneras.