Reflexión

Fútbol contra la homofobia

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Escrito por: Martín Salinas Cisneros, @amrtinaslinas

 

A propósito del Día Internacional del Orgullo LGBT, reflexionamos brevemente en torno al fútbol y su larga relación con la homofobia. Asimismo, desde este espacio alzamos la voz en contra de la discriminación de género u orientación sexual en el fútbol y el deporte en general. Comprometernos con un cambio verdadero en el fútbol peruano implica necesariamente luchar por el reconocimiento de la diversidad.

 

La violencia en el fútbol

El racismo, la xenofobia y la homofobia aún conservan en la cultura popular del fútbol del Perú y Latinoamérica uno de sus bastiones más resistentes y violentos. En los discursos y prácticas de futbolistas, hinchas e incluso de periodistas deportivos se desnudan muchas veces la intolerancia, el prejuicio y el odio por cuestiones relativas a la raza, la nacionalidad y la orientación sexual.

Los campañas más fuertes en contra de la violencia en el fútbol aún no han colocado a la homofobia en el lugar que merece. Foto: Internet.

Por ejemplo, es común observar que se desnaturalice al afroperuano (o afroecuatoriano) como bestia salvaje, cocodrilo o mono, o que se lo reduzca a su condición física (“los futbolistas negros sirven para correr pero no son inteligentes”). Asimismo, también es común disfrazar de falso patriotismo un profundo odio por nuestros vecinos del sur (“enemigos” para algunos) y que el juego sea solo una excusa para exacerbar viejas disputas. Sobre las burlas a la homosexualidad, estas están tan instauradas en la cultura tribunera y la del vestuario de fútbol que se hace sumamente difícil combatirlas: se cree que el fútbol es “macho” y que está hecho para demostrar esa masculinidad agresiva, bruta y dominante.

Incluso, desde diversos frentes, se justifica y valida que el fútbol sea ese espacio donde “todo vale”. Pero, nos preguntamos, ¿por qué el deporte que tanto nos gusta debe ser el basurero de las miserias morales de nuestra sociedad? Como hemos señalado en otras oportunidades, el fútbol es una práctica social –popular, relevante y mediática– y, por ende, comporta elementos morales. Si decimos quererlo tanto, ¿por qué se legitima –y a veces hasta celebra– que sea allí donde se grite impunemente “negro bruto”, “cabro de mierda” o “chileno maricón”?

“¿Por qué el deporte que tanto nos gusta debe ser el basurero de las miserias morales de nuestra sociedad?”

 

Deporte, fútbol y homofobia: una relación duradera

Se dice que el deporte es un reflejo de la sociedad. Sin embargo, este también tiene dinámicas propias que permiten, dentro de sí mismo, acelerar o enlentecer determinadas progresos sociales de gran escala. Si bien el reconocimiento de la comunidad LGBT ha ido consolidándose poco a poco, en el deporte, por estas dinámicas particulares, este proceso ha sido más lento que en la sociedad en general.  Esto es aún más notorio para el caso de los hombres en deportes de equipo y la negación simbólica de la posibilidad de que sean gais. Recién en 2014, Jason Collins de la NBA y el futbolista alemán Thomas Hitzlperger fueron los primeros casos conocidos de varones en salir del closet, aunque este último lo hizo luego de haberse retirado.

“Se cree que un hombre que siente atracción sexual o amorosa por otro hombre no puede jugar fútbol con determinación, fuerza y liderazgo.”

Entre los que están en contra del reconocimiento de la homosexualidad en el deporte existe temor, por ejemplo, de que se desvirtúe la “química” del equipo o que esto genere desconfianza entre los compañeros, pero sabemos que estos no son miedos realistas. En cuanto a las mujeres, si bien los casos en que se declaran lesbianas abiertamente han sido mayores, aún se encuentran hoy con más dificultades para obtener patrocinios, puesto que para las empresas la homosexualidad resulta a veces un terreno impopular o “controversial”, y al medirse por sus intereses comerciales simplemente se mantienen al margen.

Por otro lado, el insulto homofóbico está ampliamente extendido en el fútbol. Es, probablemente, el más común de todos. Lo homosexual es permanentemente denigrado. Asimismo, en el deporte se mantienen ideologías y creencias absurdas de larga data sobre las que se edifican prácticas discriminatorias contra gais y lesbianas. El fútbol femenino competitivo, por ejemplo, ha sido históricamente desalentado, entre muchas otras razones, por la idea de que las mujeres deben practicarlo siempre de manera feminizada, pues no vaya a ser que sean demasiado masculinas o lesbianas. O, por otro lado, se cree que un hombre que siente atracción sexual o amorosa por otro hombre no puede jugar fútbol con determinación, fuerza y liderazgo.

Hitzlsperger defendió la camiseta de la selección alemana y de los clubes Aston Villa, Stuttgart, West Ham, entre otros. Foto: Internet.

El Perú, finalmente, es ese país donde cambiar la referencia al equipo crema, “gallinas”, por “gayinas” parece ser algo muy ingenioso, o donde entrenadores de fútbol de menores se hacen de la vista gorda cuando a uno de sus jugadores lo acosan sus propios compañeros llamándolo “barbie”. El Perú también es ese país donde se cree que la introducción de un enfoque de género en el currículo educativo es un atentado contra el desarrollo psicosexual de los niños, cuando en realidad se trata de un medio de prevención de la exclusión y la violencia que se genera alrededor de este concepto.

 

Progreso, lucha y reconocimiento

Si bien persisten las expresiones peyorativas y las prácticas discriminatorias, sí existe un ligero progreso hacia un mundo deportivo en que la homosexualidad no sea motivo de humillación permanente, y que la orientación sexual no sea un medio para desnaturalizar al otro. Es cierto que es lejano un futuro en que un futbolista salga del closet –o que incluso no necesite “hacerlo” formalmente si es que se llegara a un nivel de aceptación óptimo– sin sacudir de pies a cabeza las redacciones periodísticas ni la moral religiosa ultraconservadora y sus “buenas costumbres”, pero creemos que el cambio es posible. Que ese deportista siga teniendo su lugar sin que su dignidad se vea afectada es a lo que debemos aspirar.

#PanenkaContraLaHomofobia. Foto: Revista Panenka.

Algunos ejemplos de cómo visibilizar la problemática y luchar por el reconocimiento incluyen el uso del brazalete para el capitán del equipo con la bandera LGBT o clubes que se han manifestado públicamente a favor de la inclusión. Así, tenemos manifestaciones como esta del FC Barcelona:

 

Por otro lado, la revista española Panenka, fundada en 2011 y enfocada en temas futbolísticos desde enfoques históricos, culturales, sociales y políticos, intenta congregar esfuerzos en esta lucha por el reconocimiento. Ellos son justamente quienes han promovido abiertamente el uso de la cinta con la bandera arcoíris y alentado a los equipos a adoptar abiertamente una postura de inclusión. Esta iniciativa también se ha impulsado en la MLS de Estados Unidos.

Así como el St. Pauli en Hamburgo, Alemania, el Rayo Vallecano es precursor de esta lucha. Hace unas temporadas, su camiseta alterna lució así. Foto: Internet.

Algunos todavía preguntarán: ¿pero qué tiene que ver el fútbol con la homofobia? Sabemos que es un hecho que la homosexualidad ha sido activamente desalentada y perseguida violentamente a lo largo de la historia. Sabemos también que en muchos países hoy todavía es ilegal y que en otros es apenas tolerada, sin que llegue a hacerse de sus derechos plenamente. Esta es, por ello, una batalla por el reconocimiento y la inclusión de la diversidad en la que debemos involucrarnos. Si desde el fútbol puede hacerse un frente importante de lucha, al tratarse este de un espacio ciertamente gobernado por prejuicios racistas, xenófobos, machistas y homofóbicos pero al mismo tiempo de una plataforma poderosa de cambio, es momento de alzar la voz. Algunos ya lo vienen haciendo.

 

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